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jueves, 15 de agosto de 2019

Pamamahagi



Mi vida en Filipinas se puede decir que está dividida entre dos realidades: La de la gran Manila, en la isla de Luzón, norte del país, y la de Zamboanga, en Mindanao, al sur. Dos horas de avión y siete mil islas de diferencia. Muchos viajes y poco tiempo para compartir, pero ahí van estas letras, por fin, seis meses después de llegar. Comienzo por el sur, para luego hablar del norte.


Mi realidad en Zamboanga

Desde que he llegado he viajado seis veces a esta urbe de Mindanao. Durante uno de mis viajes he compartido coche con una reconocida feminista de Manila que me ha regalado unos separadores de libros, mientras llegábamos juntas al lugar de uno de los talleres del trabajo que realizo ahora. Y me lo ha dado mientras comentaba: “Siempre me gusta este pamamahagi cuando estoy con amistades y con gente a la que aprecio o con la que comparto. Suelo preparar estos separadores de libros como pequeño regalo para fomentar la reflexión y la lectura”. 

Pamamahagi, en tagalo, significa distribución. Y pienso yo: ¿Cuál es mi pamamahagi para ella y para otras personas que aprecio o con las que he compartido algo? Espero que esto lo sea. Por eso voy a tratar de ordenar la cantidad de impresiones y sensaciones que me generan mis primeros viajes a través de siete sencillos titulares.

Mapa de Filipinas con la localización de Zamboanga resaltada al suroeste de la isla de Mindanao

Primero. Zamboanga:

A través de las noticias es probable que lo poco que se conozca fuera de Filipinas, o incluso para mucha gente dentro del país, acerca de esta ciudad de la isla de Mindanao, sean sus problemas de seguridad y la situación con la población musulmana.

No voy a contar toda la historia de la antigua Región Autónoma en Mindanao Musulmán (ARMM en inglés), que a día de hoy ha pasado a ser la Región Autónoma en Mindanao Musulmán del Bangsamoro (en inglés BARMM), porque sería muy largo de explicar y no afecta sólo a Zambonaga sino a toda la gran isla de Mindanao. Este post son mis impresiones y no una reseña histórica. Tampoco resumiré por qué, tras el plebiscito de autonomía celebrado a inicios de este año, Zamboanga no deberá reorganizarse para lograr la autonomía, porque ha decidido no ser parte de la BARMM (a diferencia de muchas otras ciudades de la isla), porque eso sería más largo todavía.

Lo que sí voy a contar es cómo vivo yo la realidad a través de las conversaciones que he ido teniendo hasta ahora con las personas con las que he compartido momentos de trabajo y personales. Y la vivo como alguien que debe estudiar desde un hotel la historia de una ciudad que le ha llevado a la violencia actual, ya que no puedo salir más que para lo que deba por trabajo. Una violencia quizá provocada por la llegada de gente colona cristiana a la ciudad durante el periodo en que Filipinas era Estados Unidos, hace ya más de 70 años. O quizá por la ocupación española anterior a esto, visible en su arquitectura colonial, y que, aunque duró mucho más tiempo que la de Estados Unidos, no abordó el problema antes de que estallara. O quizá por los intereses actuales que llevan a grupos armados musulmanes a hacerse más fuertes, no sólo en esta zona de Asia, sino en distintas partes del mundo...

Pero lo que está claro es que esta ciudad acoge a día de hoy a mucha gente desplazada de otras partes de la isla más afectadas por el conflicto, que se necesita mucho trabajo con la población para que continúen actitudes de paz y convivencia interreligiosa, que cada día que pasa siento que la realidad es más compleja y que los detalles que voy conociendo me hacen comprender cada vez menos por qué no cesa la violencia.

Segundo. Matrimonios:

Zamboanga es la segunda ciudad que conozco en la que los matrimonios interreligiosos cristianos-musulmanes son habituales, después de Uagadugú, en Burkina Faso. Y me apena pensar que, aunque coincidentemente ambas ciudades lo viven de una forma natural y en la mayoría de los casos ni la mujer ni el hombre pierden sus raíces, en Burkina la situación está empeorando por causas religiosas, mientras que, a este lado del mundo, en Mindanao, no parece mejorar la cosa a pesar de los esfuerzos que se hacen desde la sociedad civil. Es duro ver que un conflicto estalla, por ciertos intereses que puedan haber, y cambia situaciones de verdadera convivencia que empieza desde lo más básico, desde las familias.

Vintas navegando durante un festival de la ciudad
Tercero. Vintas:

Pero entre tantos grises como puede parecer que haya, resalta un colorido. Y es el colorido de las vintas, embarcaciones con unas velas que se ven por todo Zamboanga, adornando el mar. Si bien el cierto que alguien de Europa y recién llegada como yo no puede navegar libremente en ellas, es muy bello verlas con sus mástiles siempre desplegados, ya que por suerte todavía se mantiene la forma artesana de hacer las velas. Se dice, además, que sus rayas verticales de colores representan la también colorida cultura de la comunidad musulmana, de indígenas de la isla, así como de las otras herencias coloniales.

Cuarto. El este y el oeste:

Desde que comencé a viajar por el mundo he escuchado mucho acerca de por qué la gente “del norte” es de una forma y la gente “del sur” es de otra. Y si bien es cierto que existen muchas personas que provienen de lugares como los que he nacido que creen que lo que piensan tiene más sentido sólo por ser de donde son, o aplican cierto sentido paternalista a lo que hacen, nunca he estado de acuerdo con fomentar estas diferencias a través de un discurso.

Para mí el “norte” y el “sur” nunca han existido como tal y el hecho de crear compartimentos estancos no nos ayuda. De hecho, si observamos el globo terráqueo desde el espacio nos cuesta saber dónde está el norte y dónde el sur, todo depende de cómo mires al planeta. Se necesita darle nombre a los polos por la atracción que generan y para orientarnos, pero de ahí a crear diferencias entre las personas “supuestamente pobres” de un “sur” y “supuestamente ricas” de un “norte” hay mucho por decir.

Pero lo que es nuevo para mí es que hace poco he escuchado ese discurso de norte-sur (que tanto tanto he oído en África, América Latina y Europa) en alguien en Zamboanga, que lo ha usado del mismo modo, pero refiriéndose el este y el oeste. Y yo he pensado: claro, Australia está al sur de Filipinas y forma parte de ese llamado “norte”. Y, además, al este están los Estados Unidos… Esa conversación me ha parecido muy interesante porque me ha permitido conocer mejor el contexto en el que trabajo. No obstante, no puedo evitar seguir pensando que las personas tratamos de fomentar diferencias, más allá de nuestras culturas, para justificar que nuestro argumento tiene más peso que otros.

Quinto. Mis compañeras:

Campamento de paz para adolescentes
de Zamboamga.
Una de las personas con las que más trabajo, mujer de éxito desde mi punto de vista y ya de cierta edad, estuvo en la cárcel en el pasado por participar en manifestaciones y movimientos reivindicativos. Otra de ellas estuvo secuestrada durante un tiempo considerable por un grupo islámico. Ambas son cristianas católicas de Zamboanga, y su vida ha sido desde siempre la lucha por la paz. Mujeres fuertes en un contexto hostil, que me enseñan cada día que el trabajo duro es lo que consigue cambios. Han sacrificado mucho, han acertado, han fallado, han caído y se han levantado muchas veces, y siguen sin abandonar. Y, en fin, a día de hoy les “comen” tanto los papeles como a mí, pero es su bagaje y el de otras personas como ellas lo que hace que la actividad que compartimos se siga renovando.

Sexto. Chabacano:

Recuerdo que la primera vez que leí sobre la lengua chabacana, estando todavía en Bogotá, lo comenté con una persona ya de cierta edad que es de allí. Recuerdo que no me creyó y se fue a verificar en la Wikipedia que este idioma existe.

Como curiosidad, tanto en Colombia como España algo chabacano es algo de mal gusto. En la ciudad de Zamboanga es todo lo contrario: es su lengua, su identidad. El criollo chabacano tiene el origen en el castellano de la colonia y se ha ido mezclando con el tagalo y otras lenguas locales, creando algo curioso para los oídos de las personas hispanas. Podría parecer un castellano mal conjugado la primera vez que se escucha, pero después se descubre la gramática propia que tiene detrás.

Y es más curioso aún que el vocabulario se parece al castellano antiguo que se habla en algunas partes de América Latina. Alguien me ha comentado una historia que podría ser realidad o ficción, pero que escribo porque me ha resultado curiosa: Me ha dicho que se debe a que las carabelas españolas hacían una parada en Centroamérica o México, donde subía gente del lugar, quienes viajaban hasta aquí por comercio. Como digo, no trato de dar reseñas históricas porque, aunque he buscado no he encontrado nada contrastado, pero hay quienes dicen que fueron estas personas criollas quienes exportaron la lengua a Mindanao. De hecho, el chabacano antiguo se entiende perfectamente para personas hispanas y el chabacano moderno es, como dicen por aquí, un “broken spanish”, mucho más mezclado con otras lenguas, incluyendo incluso el inglés.

Septimo. Marang y lanzones:

Para terminar esta serie de titulares sobre Zamboanga hablaré un poco, porque no puede faltar, sobre la comida. Pero esta vez no me voy a centrar en sus ricos cangrejos y resto de marisco, sino en la fruta. Y es que pensaba yo que después de haber vivido cerca de la selva del Amazonas no me quedaba ya mucho por saborear, pero estaba errada. Si alguien viene de vacaciones al sur de Filipinas en la época de estas frutas (de junio a septiembre, creo, debo confirmar) no puede dejar de comer marang y lanzones. El marang en su exterior es algo entre un coco y una chirimoya… pero su interior es casi más rico que ambas. Y los lanzones son amarillos y pequeños, se aprovecha poco y no se puede por nada comer la pepita que está amarga, pero la parte blanca es tan suave que sólo apetece tumbarse y degustar. ¡Nuevas frutas conocidas, y las que tienen que venir!

Marang
Lanzones












Y hasta aquí la primera de mis dos papamahagi… con un agradecimiento por estar aquí, a pesar del estrés que me ha costado llegar con toda la familia. Porque el camino se construye justamente caminando, y nuestro camino en este rincón del sudeste asiático tildado de algo latino pero que es mucho más que eso no ha hecho más que comenzar…


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