Translate

domingo, 20 de mayo de 2012

Plata


El aire profundo que llega a la costa bicolor del Río de la Plata (de dos colores, dulce y saldo como río y mar) sigue soplando hoy ya lejos de nuevo, en el cono sur. Esa misma brisa que rozaba mi rostro hace una semana. Ojalá hubierais estado junto a mi en el río de la plata. Ese río que se convierte en mar y que separa Colona de Sacramento (Uruguay) de Argentina viajando en buquebus.

Es dificil describir con palabras el aire melancólico, viajero, cálido de Colonia de Sacramento. Ni más ni menos que catorce veces pasó de ser portuguesa a ser española y de ser española a ser portuguesa y de ser portuguesa a ser española y de ser española a ser portuguesa... en esos años de piratas de todas clases y sabores. La historia de batallas y migración ha llevado a ser a lxs colonienses como son hoy, como lo es la gente de uruguay con la que me he topado: extremadamente amables. Como sabeis, nunca me ha gustado generalizar, pero es que es difícil encontrar actualmente gente así.

Caminando por la avenida que separa el centro de esta pequeña ciudad del puerto fluvial, a la izquierda la brisa histórica del Río de la Plata, a la derecha un paisaje otoñal de postal, nada mejor que pararse un segundo y observar. Tras las caminatas por las calles de piedra se puede saltar de una filosofía de vida a otra muy distinta con solo una hora y media en buque.

Mientras abandono Uruguay por dos días siento palabras de Drexler en mi cabeza, donde también están metidos Benedetti y Galeano... y no dejo de tararear cierta canción de Sabina que dice que "ojalá estuvieras junto a mí en el río de la plata".

Con respecto al otro lado, a Buenos Aires, poco puedo decir que no haya sido ya contado. Un tango permanente define en sí mismo todas las contradicciones y profundidad de América Latina, que bien representa esta ciudad. Gran urbe donde las haya, asfalto y más asfalto teñido de lo más divino y más marginal al mismo tiempo. Incomparable ciudad que no deja la tristeza luchadora.

Tras el sueño de la megápolis, la vuelta a Montevideo es casi como volver a casa. Una pequeña y cara habitación de hotel en la rivera me vuelve a tornar el cansancio en melancolía. Todo un diario de viaje que deja el turismo de un lado para compartir impresiones con algunas personas que quizá llegamos a comprendernos en nuestro trabajo. Un grupo diverso al que con frecuencia llego tarde y que trata de no perder el horizonte... y que me inspira y me convence para no quedarme quieta.

Viajar, conocer y compartir, no se me ocurre cómo terminar. Quizá hoy estoy más positiva que melancólica y eso no me permite inspirarme demasiado, pero me alegra que al menos me haya dejado concentrarme para plasmar por este medio mi última salida acomodadamente errante.