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lunes, 7 de noviembre de 2016

Érase una vez dos mujeres y tres hombres


Aprovechar y vivirlo todo. Lo que se tiene y lo que se hace en ese momento, ni antes ni después. Con toda la intensidad de que dispongamos...

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Ya hoy no les veo. Parece que ellas y ellos a mí tampoco. Pero vuelvo al "ayni" de siempre para enviarles unas simples palabras que explican lo que cada quien supuso para mí, antes de que se marcharan jóvenes, incluso muy jóvenes en algún caso. No sé si antes de lo que les tocaba, o puede ser que ya hubieran dado lo que tenían que dar. Sinceramente, me hubiera gustado que permanecieran, sólo por estar un poquito más de tiempo nomás, pero no todo el mundo puede, y todo el mundo se irá. Es parte de esta linda y corta vida que tenemos. En fin, a lo que voy, que en mi caso me dieron algo, y lo comparto.
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La primera persona en irse fue "J". Tenía sólo 31 años. Gracias a la oportunidad que me dio estoy hoy donde estoy. Los pasos los fui dando yo, pero me puso las primeras baldosas que permitieron que no resbalara. También fue mi primer ejemplo laboral. Cada palabra que decía, cada vez que contaba su experiencia en los Balcanes, cada programa informático que usaba, cada vez que arreglaba el tóner, cuando quería cambiar el mundo contratando a personas con potencial, como decía. Y sobre todo, cada vez que insistía para que no me pagaran pequeños montos como voluntaria, sino que fuera contratada. No lo consiguió y buscó por su cuenta mejorar. Huyó corriendo para formar una familia y se fue tan rápido como salió de mi oficina, mientras yo estaba en mi segundo viaje, en Marruecos. Era 2004.
No pensaba que iba a tardar tan poco y cuando volví ya ni pude ir a verle. El último recuerdo: su elegancia, su forma de tratar bien a las personas y la tranquilidad con la que aún me contaba anécdotas en sus últimos días, que no pensábamos que fueran los últimos. No le he borrado de mis listas de contactos y aún tengo las oleadas de intercambios de información entre tres continentes cuando todo el mundo estaba sorprendido de que no nos escribiera más. "J" volverá a mí cada vez que me vaya de veraneo en mi dulce cuna esperando que alguien me dé una primera oportunidad, como un ejemplo en lo que ahora hago, con sus defectos y virtudes.

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"G" desapareció de una forma increíble, dándolo todo por cruzar el charco desde África hasta América para conseguir traer una persona a este mundo. Su familia le siguió y su amor perdura hoy en día en cada gesto de los y las que ha dejado y con quienes me sigo escribiendo muy de vez en cuando. La primera conversación que tuvimos fue con un par de cervecitas en una playa, sobre la última malaria que había pasado. Me dijo que había sentido como un pitido en el oído antes de enfermar, y yo ya estaba esperando sufrir también la enfermedad de un momento a otro, aunque nunca me pasó.

Y la malaria no le mató, porque era demasiado fuerte, una persona muy activa. Lo único que le pudo llevar fue el amor, con algo más fulminante que su risa y en muy pocos meses. Tenía un año más que yo en 2011. Ni la fuerza de la energía que dejaba por donde pasaba, con nuestras fiestas en Tanzania, le sirvió para quedarse. Demasiado bueno era todo para un sólo mundo en el que existir.

En mi cabeza queda el recuerdo de esa persona bella por fuera y por dentro que me mostraba cómo eran las enfermedades y estaba asustada, y bebía conmigo para olvidar, y bailaba, y cantaba, y reía. Ya no tendrá miedo. Aunque por lo poco que le conocí puedo afirmar que en realidad nunca lo tuvo.
 
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"JC" me recibirá en su casa, como cada vez que le veía, en el calor o en el frio. Me ayudará en todo lo que pueda. Siempre seguirá con su café y su cigarrillo contándome cosas que si no hubiera saltado el charco para llegar a Bolivia no hubiera conocido. Más bien no me dejará hablar, como siempre, pero yo me impondré para que no domine la conversación. Tras esto, mirándome fijamente con mi sorpresa delante sólo me dirá lo mucho que quiere a Raquelita por ser como es. Y me desharé en pensamientos contradictorios que al final sólo me llevan al elogio. Pasábamos tras esa conversación a dar volteretas en la piscina… a vivir la vida sin más, nada más y nada menos.

Dando siempre lo que tuvo, fuera mucho o poco, con las dificultades que ello le traia. Con amistades tocando a la puerta todo el día, niños y niñas con bengalas en casa por navidad, idas y venidas sin parar, y años y años de hospitales. Sin dejar de decir que me quería, primero con linda voz que bien serviría para doblar películas, luego con tono tembloroso pidiendo que cuidara a quienes quedaban. Lo que es claro es que se hizo mejor persona durante su enfermedad. En el desierto de Argelia estaba yo el día de su partida en 2013, pero igual nos llamábamos, eso sin dudarlo. Pronto le visitaré, de verdad espero, allá en su verde campo en el que está.
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Al llegar aquí a Colombia aún no sabía que "AL" se nos había ido. Súbitamente vino ese pensamiento de ese día volviendo a casa, después de una reunión de trabajo que supuso la conexión que me permitió conocer que se había marchado. Cuando le vi por última vez, en este lado del charco pero más abajo, en tierra de volcanes, me dijo que nunca trataba sus males con medicina tradicional. Afirmaba que la familia estaba asustada pero que había que intentarlo de forma natural. Tras ello le seguí la pista por teléfono durante meses porque me mostraba donde yo quería estar en 15 o 20 años, al lograr decir las cosas sin tapujos, sin miedo.

Pero en esas fechas de 2014 yo ya no le había escrito desde hacía unos meses porque estaba absorta en mi mundo… Tanto siento no haber compartido unas últimas palabras que la única solución que encuentro es decir por aquí lo importante que considero que fue para su país y lo que su existencia supuso para mucha gente. La imagen de mi relación con esta persona: Un discurso que dio en la asamblea nacional de Ecuador ante cientos de asistentes, cuando ya sabía que su momento político había terminado, en el que osó acordarse de esa pequeña Raquel que estaba sentada donde nadie le veía y dijo que la cooperación necesitaba más gente bien intencionada como ella. ¡Qué gratitud cuando supe que se había ido y lo que me hizo creer en mí misma con ese simple gesto!
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Y este año se ha marchado la última persona, "D", tras tiempo de no verle pero seguirle siempre de cerca por internet o a través de los otros colegas de toda la vida. Siempre fue para mí otra referencia, aunque nadie lo imagine, por su inteligencia, su emprendimiento y la forma en la que supo ganarse a la gente siendo como era. Sólo me da pena no haberle podido decir que no existen las diferencias políticas ni de ningún otro tipo si las personas se comprenden, y que esas cosas son pasajeras como nuestro tiempo aquí. Pero, sobre todo, si le tuviera delante le hubiera dicho que si bien alguna vez me hizo llorar no fue lo que dijo sino más bien mi impotencia por no poder explicar a personas tan estupendas la facilidad de comprendernos. 

Pero me visitó en sueños. Vino. Me alegré muchísimo. Hablamos largo y tendido una noche, cuando ya no estaba. Me dijo que no me preocupara por nada, que todo continuaba, y esa conversación de toda la noche es la última que tendré. Mi mente y quién sabe qué nos hicieron ese regalo. Y se fue, ya no volvió, pero la amistad que dejó en mi de adolescente tras esos campamentos de verano se quedó, al saber que existen antiguas amistades que sobreviven a los años.
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Nadie se ponga triste, que el camino que pasó por “J", "G", "JC", "AL" y "D” es el de la vida. Lindo ¿No? 

Érase una vez todo lo que no se acaba, todo lo que se torna en algo tan sencillo como una sonrisa. La sonrisa de todos los días.