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sábado, 31 de enero de 2015

Y por si fuera poco, algo suena


Acabo de leer que una amiga ha hecho una linda reflexión en un día lluvioso en casa, otra amiga se alegró cuando en mi cabeza sonó algo que de un momento a otro me llevó al pasado. Y por si fuera poco las buganvillas rosas y blancas de la valla de mi jardín me recuerdan que sigo aquí.

La idea es detenerse y pensar lo que una noche hace 20 años pudo venir a mi cabeza cuando decidí no estudiar enfermería o magisterio. Estaba tan embrollada con la marabunta de ideas de la adolescencia que un pequeño “clic” en mi mente hubiera podido llevarme aquí o allá.

No sería hasta mucho tiempo más tarde que descubriría que no hay diferencia entre ciencias y letras, norte o sur, bueno o malo, pero eso sería después de dar todas las vueltas a las que ese afán rebelde pero de niña buena me llevaban. Lo que sonaba es que ya apuntaba maneras.

Ha habido momentos malos, francamente malos, y otros vendrán. Cuando alguien me dice que no puedo hacer algo me da la fuerza para hacerlo. Eso ha sido tras mucho años y kilómetros perdida por las montañas de los andes sin calzado adecuado, cuando pensaba que no podría hacerlo. Tras enseñanzas de personas sabias que saben ponerme en mi lugar y aconsejarme cuándo debo y cuando debo dejar de soñar. Luego yo decido.

Basta de hablar del pasado, que me pierdo en filosofías mundanas que todas las personas piensan y yo me dedico a escribir. Solo diré que la cadena de acontecimientos comenzada quizá ese momento, quizá mucho antes que eso, quizá después, me hizo el 1 de octubre de 2014 aterrizar por nuevas latitudes algo más al sur de las ya conocidas. Y no son como pensaba.

Por la mañana me levanto, a veces medito, y luego suelo desayunar pan tostado un poco duro con mucho ajo, tomate y aceite. Si no voy muy apurada me hago también un zumo de naranja, pero lo más importante es el café para la fatiga mauritana (la famosa fatigue), muy común entre gente extranjera y del lugar. Una chica acogedora me dijo cuando llegué que no era por desanimarme, pero que ella estaba siempre cansada aquí. He preguntado cómo lo remedian y lo que gente suele responderme es “con el té”. Yo con el café, que el té no daría tiempo a preparármelo antes de salir de casa, y si lo hiciera no sería tan rico como el del chico de la puerta de mi oficina.

La oficina, ahí es donde voy, como muchas personas cada día en todas las puntas del planeta, mal y bien pagadas. Y no para cambiar el mundo, sino para organizarlo un poco con la gente con la que en ese momento me ha tocado convivir y trabajar. Y de paso, compartiendo por este blog que la vida idílica no existe, como ya hiciera un cooperante sabio en un artículo de un periódico que hace poco leí.

Me había quedado en el momento de llegada a la oficina. Dejo aparcado el coche prestado en la puerta de la mezquita construida con apoyo de Arabia Saudí y Mohamed me ayuda a lavarlo. Menos mal, porque está lleno de arena del desierto de los kilómetros que hice la semana pasada para venir desde el interior del país. Después cada hombre que me cruzo por el camino (a las 8 de la mañana frente a la mezquita mujeres se ven pocas) me saluda con la acostumbrada sonrisa de oreja a oreja.

Nuakchot está cerca del mar pero la playa no queda cerca del centro. El agua a veces se corta en el edificio, porque es alto, pero por lo general tengo buen internet y siempre hay luz. Eso hace que siga acelerada en el trabajo, hasta la hora de comer, si es que no tengo una reunión de esas largas. A mediodía voy a casa, al final de la jornada busco alguna “actividad extraescolar” y vuelvo a recogerme a la hora del sonido del llamado de las mil mezquitas, que son como un susurro que me recuerda que no desconecte, que estoy aquí. Y bueno, quizá después de cenar siga trabajando, pero el calor del lugar hace que la fatigue vuelva y el día se derrita.

También se me escurren entre las manos, derretidos, los pensamientos que puedo tener sobre cómo abordar determinadas situaciones complicadas, sobre cómo comprender, aceptar, sin juzgar. Realmente muy difícil no juzgar, pero como suele ser inevitable, por lo menos tendremos que hacerlo siendo conscientes de los errores a los que nos pueda llevar.

Y algo ha sonado hoy que no estaba inspirada. El grillo, la luz, el mosquito, el aire, el olor, el sabor, los despojos de los pensamientos, el bebé del alma, el orden y el desorden, lo predecible e impredecible, simplemente yo por aquí. Y mañana la marea quizá traiga algo más.