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martes, 24 de noviembre de 2020

Violencia, paz y mujeres en Filipinas

Dejo aquí un borrador de tribuna preparado para hoy, 25 de noviembre, Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, para mi actual trabajo. Es un escrito que trata de ser algo que pueda enviarse a los medios de comunicación. Aprovecho para copiarlo y pegarlo como lo tengo en mi ordenador, ya que finalmente de él sólo se va a usar una parte para dar espacio también a iniciativas de otros continentes.

¿Se puede construir la paz y a la vez contribuir a un mundo más igualitario para mujeres y hombres? ¿Puede evitarse la guerra contribuyendo al descenso de la violencia contra la mujer? La respuesta es claramente sí, y un ejemplo de ello lo encontramos en la región de Mindanao, en Filipinas, la zona más afectada por el conflicto entre religiones que se vive desde hace años en este país del sudeste asiático y que busca la independencia de esta zona respecto al resto del país. Allí, y concretamente en las ciudades de Zamboanga y Basilan, encontramos un trabajo comunitario muy interesante llevado a cabo por una organización llamada ZABIDA (Zamboanga-Basilan Integrated Development Allicance). Esta es la iniciativa que quiero poner como ejemplo de empoderamiento de la mujer y lucha contra la violencia machista, en un lugar donde lo prioritario es la construcción de una sociedad en paz. 

Para entender un poco mejor este trabajo conviene saber que Filipinas está dividida en regiones, y dentro de las regiones hay ciudades y a su vez subdivisiones de los municipios llamadas barangays, que tienen por uno de sus objetivos crear espacios en los que la gente pueda dialogar con la administración pública. Existen muchas y muy variadas asociaciones comunitarias, dependiendo de la necesidad de cada lugar, como por ejemplo de población indígena, de jóvenes, de tercera edad, de personas con discapacidad, incluso aquellas creadas para fomentar el cuidado del medio ambiente. Pero, sin duda, las más activas y las que sirven de ejemplo para otras son las que organizan las mujeres.

No obstante, según los datos proporcionados por la Comisión Filipina de la Mujer y por ONU Mujeres, en 2019 todavía el 16,5% de los matrimonios de este país eran con menores de 18 años, existían 46,9 nacimientos de adolescentes por cada 1000 mujeres y sólo el 29,5% del parlamento era ocupado por escaños femeninos. Además, el 5% de las mujeres dijeron que habían sufrido abusos o agresiones sexuales en el último año y hay una falta de indicadores importante a nivel nacional para saber cuál es la situación real en áreas tan importantes como el trabajo doméstico o diferencias salariales entre sexos. La falta de compromiso de las autoridades nacionales por medir la situación de desigualdad de género hace mucho más difícil saber a qué enfrentarse y hace tan importante escuchar a las mujeres de las pequeñas localidades.

No obstante, éstas viven en un contexto cuanto menos adverso, y más actualmente en la situación de disminución de recursos familiares que se vive por la pandemia de la COVID-19. Eso hace que sus propuestas tengan mayor relevancia e impacto si cabe, y son esas propuestas las que apoya ZABIDA. En sus comunidades ellas son las madres adolescentes, las sobrevivientes de los asesinatos a activistas por los Derechos Humanos, las que sufren la discriminación en el lugar de trabajo, las que reciben y gestionan los ingresos de la economía informal, las que no tienen en muchos casos acceso a recursos tan esenciales como agua, las que a su vez sufren el abuso emocional debido a su condición, y situaciones tan graves como esclavitud sexual y trata, desde bien niñas. Ellas son las que solicitan planes concretos en sus barrios para que sus hijas no sufran lo mismo que ellas, y esos son los planes que se fomentan. 

Pueden encontrarse muchos ejemplos de valentía desde lo local como éstas, que deberían contribuir a la consecución de los planes nacionales, en un país donde la igualdad formal existe, con varias leyes, pero también donde la igualdad real en las comunidades interétnicas e interreligiosas dista mucho de lo decidido en Manila. Para que el país crezca más allá del trauma y la guerra se necesita de las luchas de vida, de la resiliencia de las que las mujeres del sur de Mindanao son ejemplo, para seguir adelante. Las adultas, ancianas y también las jóvenes nos enseñan que no importa la religión, la etnia o el modo de vida, lo importante es la lucha por la igualdad y la no violencia. Escuchémoslas, quizá así logremos encontrar soluciones más claras y reales para ese ansiado camino hacia la Paz.