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domingo, 5 de abril de 2020

El año que empieza con la sequía y termina en cuarentena



Sin fotos, porque las palabras son más que suficientes hoy.


El pasado día 8 de marzo hizo un año que aterrizamos en Manila. El tiempo pasa rápido, pero echando la vista atrás han sucedido demasiadas cosas. Si algo tiene vivir en Filipinas es que no te aburres, siempre pasa algo, como una aventura constante. 

Sin contar el tema político o de Derechos Humanos, que daría mucho para contar, sólo voy a centrarme en este post en los temas naturales. Y es que este año empezó sin agua y ha terminado sin calle, y no ha habido ni un solo mes que no pase nada.


Marzo de 2019, el niño:

La llegada con mi familia fue a Makati, el distrito financiero de Manila. Desde fuera de Filipinas se ve a este casco urbano como una ciudad, pero son varias, con distintos ayuntamientos, y Makati es una de las más ricas de ellas. La idea al llegar a un edificio nuevo de esa zona era estar cerca, caminando, de los lugares donde iba a tener las reuniones de los primeros días.

En principio todo parecía estupendo: un “airbnb” en un lugar estratégicamente situado, barato, en un edificio nuevo con piscina… pero la realidad cuando se llega a la otra punta del mundo puede ser otra: una nueva construcción en un barrio que no parecía del todo seguro, con tráfico imposible para andar con una peque de año y medio, y con una piscina parece que no demasiado funcional. Y claro, es que no estaba en servicio porque justo llegábamos en un momento de sequía.

El fenómeno se llamaba “El Niño”. Sin agua de 8 am a 7 pm en muchos barrios, sobre todo los más humildes, y tocó la zona del edificio. Las sequías en esta zona tan poblada pueden ser comunes, cíclicas cada año, ese fue el primer aprendizaje al llegar: no dar nada por hecho, tener la mente abierta y comprender.

Y es así como rápidamente tratamos de mudarnos a nuestro nuevo piso, en el que sí había agua.


Abril de 2019, terremoto en Luzón:

Y al poco tiempo de llegar, cuando todavía estábamos instalándonos con todas nuestras cosas y reparando el aire acondicionado, un gran terremoto tiene lugar. Es conocido que esta zona del mundo es bastante inestable sísmicamente hablando, y lo pudimos constatar en el piso 24 en el que vivimos. 

Aunque otra mucha gente lo sufrió más, porque con esa magnitud las casas de construcción dudosa no sobreviven, pero es que las buenas también pueden verse afectadas. Todo tiene un límite.

En este caso el epicentro fue al norte de la isla de Luzón, donde está Manila, con lo cual las poblaciones más afectadas fueron aquellas pequeñas al norte de la capital.


Mayo de 2019, los golpes de calor:

Y es así como entramos en el mes de mayo, cuando el calor extremo empieza a hacerse notar. A principios de mes recibo un sms de la agencia nacional de alertas que dice que cuidado al salir a la calle, que trate de no estar fuera a mediodía y que me cubra bien. Y es que la humedad con esos cuarenta y tantos grados contantes al sol no son sanos. Algo parecido al verano en el sur de Europa, pero mucho más “pegajoso” y puede llegar a ser peligroso si te expones mucho.

Es por esas épocas cuando empezamos a hacer nuevos amigos y salimos al parque con niños… y nos volvernos corriendo a mediodía.


Junio a septiembre de 2019, lluvias y más lluvias:

Como si el calor hubiese hecho elevarse el agua de la tierra y tuviera que caer hasta volver toda a su lugar, así como para que todo esté donde tiene que estar, de ese modo intenso empiezan las lluvias. Un día por la tarde el cielo se cubre, llegan los relámpagos, y ya ningún día más por la tarde durante cuatro meses vuelve a estar despejado. A veces tampoco por la mañana. Día y noche de duchas o paraguas, pero sin frío, lo cual no se lleva mal. Con chanclas al cine y a reuniones, con charcos que Mila salta como si no hubiera un mañana… así pasa la época de lluvias.

Y pasar el tiempo mirando por el ventanal hacia las nubes grises oscuras, esperando que no llegue un tifón y choque contra la ventana, de la misma forma impetuosa que lo hacen las gotas, adornadas por la luz de esos relámpagos de fondo. Y no salir mucho porque no se encuentra transporte tan fácilmente.


Agosto y septiembre, el brote de dengue:

Si algo malo tiene de lo que traen as lluvias es que el agua que queda estancada provoca brotes de enfermedades endémicas en Filipinas como el dengue. Todo el año hay algunos casos, pero en esta época se disparan y comienzan a ser realmente preocupante para alguien con una pequeña familia. El repelente y la vitamina b no faltan, todo remedio contra los dichosos mosquitos es poco. Son molestos, no me importa que piquen si tienen que alimentarse, pero es que lo que no saben el mal que hacen.

O lo saben pero la naturaleza hace su parte, en lugares superpoblados. Una pena para las personas, algo irremediable en muchos casos. El dengue en Filipinas es fuerte, si te toca el hemorrágico es complicado recuperarse.

Una vez más, sanos.


Octubre de 2019, mes de inundaciones de Zamboanga:

A veces pasa también que una región u otra del país no tienen las lluvias al mismo tiempo. Y ese fue el caso del año 2019. Cuando parece que amainan esos días grises en Manila, de repente un día recibo noticias de inundaciones en Zamboanga. Desde la distancia, con llamadas con mis compañeras, activamos una emergencia. Mucha gente, entre ella la más pobre de la ciudad, se queda sin casa o sin poder entrar a ella por semanas.

No es raro activar un pequeño fondo de emergencia que tiene el proyecto con el que trabajo ahora, por eso mis actuales compañeras lo incluyeron en el presupuesto, para situaciones como esta, para poder actuar rápidamente.


Noviembre de 2019, terremoto en Mindanao:

Y tras las inundaciones, cuando ya parece que todo estaba recuperándose y que llega la época más tranquila del año (de noviembre a febrero), hay un terremoto en Mindanao. No en Zamboanga, pero cerca, y de nuevo comienzan los desplazados y las emergencias, aunque esta vez no nos toque tan de cerca.

De hecho en Filipinas no hay ninguna crisis constante como en otros países en los que he trabajado (Mauritania, Argelia,…) pero lo que hay son muchas emergencias seguidas a lo largo del año. Eso es seguro, las emergencias van a aparecer, hay que saberlo al aterrizar. La gran falla que pasa por aquí y que llega hasta América hace su parte en el caso de los movimientos de tierra.


Diciembre de 2019, el gran tifón:

Al igual que también hace su parte la situación estratégicamente negativa que tienen las islas del centro de Filipinas (zona de Visayas), situadas en lo que se llama el “corredor de los tifones”. Ningún año se libran de alguno o varios de ellos y tampoco lo han hecho el pasado. Pero lo extraño es tener un gran tifón tocando Manila, ya que está más al norte y no es el lugar normal donde suelen haber estos problemas tan graves.

Pero llegó ese gran ojo, al centro de la mega urbe, al ladito de mi casa donde la familia me esperaba llegar el sur. Por supuesto no pude salir de Zamboanga y me reportaron que estaban bien en ese piso alto en el que vivimos, viendo las nubes, sin salir y sintiendo los vientos golpear la venta con una intensidad que daba que pensar.

Aunque de nuevo más nada pasó. Es que ni era la época de tifones ni era el lugar ;)


Enero de 2020, y el volcán erupciona:

Para lo que siempre es el lugar o la época posible es para la erupción de uno de los tantos volcanes que hay en el país. De hecho el Taal, muy bello, situado en el centro de una laguna que habíamos visitado sólo unos días antes, explosionó sin aparente previo aviso, salvo para los entendidos. La gente normal, a pesar de saber que vive en un lugar con un volcán activo, se quedó atónita mirando como si la ceniza y la lava no fueran a llegar.

Y la lava no afectó tanto como se esperaba, pero la ceniza llegó a la puerta de nuestra casa en Manila, a dos horas en coche. No salimos por tres días y todo se puso gris. Nunca había vivido dentro de un cuento.


Febrero y marzo de 2020, pandemia global:

Aunque el mayor cambio estaba por venir sólo un mes después, y no solo en Filipinas sino en todo el mundo.

Mientras estaba guardando las mascarillas que usaba  para poder respirar el aire de la ciudad con ceniza del volcán porque ya no las necesitaba, escuche la noticia: pandemia. Y no podía esconderme de ella ni siquiera estando aquí tan lejos de casa, con lo cual tenía que volver a sacar las mascarillas, lavarlas, prepararlas junto a guantes, comprar provisiones y esperar en casa hasta el día de hoy.

20 días  y contando. Queda mucho camino por delante. Toque de queda de 8 de la tarde a 5 de la mañana. Policía y ejército armado en las calles. Una lucha contra este COVID-19 del que todo el mundo habla ahora y en el que no se puede dejar de pensar.

La vida, más que una película.