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jueves, 2 de enero de 2020

Planes y estrenos


Segunda de mis vidas filipinas pendiente de transmitir: Una pizca de Manila.

A inicio de los años 20 que ayer empezaron…

En muchas ocasiones, viendo las reacciones de Mila y lo que ella está comenzando a vivir en su infancia, recuerdo pasajes de la mía. Y es que, aunque todas las personas pasamos momentos traumáticos, la mente es tan interesante que se suele quedar con los buenos recuerdos. Quizá sea por eso, o estoy casi segura que quizá también tiene que ver con que mis padres hicieron todo lo que estuvo en su mano, los recuerdos de mi infancia son casi todos buenos. Varios de ellos son los ratos que pasaba los domingos por la tarde viendo una película de sobremesa en casa, después de la rica comida en familia. Era el final de los 80 cuando solían empezar a las 3 de la tarde. Podía ser una de los Hermanos Marx, un western, dé época o de las guerras mundiales.

Al llegar a Manila, salir del aeropuerto y descubrirme detrás de un yipni, escuchando música antigua en inglés, no pude evitar imaginarme en una de esas películas sobremesa. No durante una escena de batallas sino esas otras en las que mostraban las ciudades el sudeste asiático para situarte… En realidad, algo muy distinto a la Latinoamérica en la que había estado trabajando los últimos años, ya que, aunque Filipinas tenga mucha influencia latina, quien se adentra en su realidad descubre que hay más diferencias con lo latino de lo que parece.

Típico yipni (jeepney en inglés), en Manila.

Eso fue una noche de hace casi 10 meses. Lo que he descubierto después es que estoy viviendo en la Gran Manila, una aglomeración urbana conformada por 16 ciudades diferenciadas, y complejísima en cuanto a organización, lenguas, cultura, etnias e historia. Pero si nos concentramos solamente en sus habitantes y los sumamos, ya supera a otras megalópolis como México DF en densidad población. No olvidemos que el DF llegó a ser la ciudad más poblada del mundo en su momento, antes de que todo Asia creciera del modo que lo ha hecho en las últimas décadas. Aunque lo más complicado que he averiguado es lo impredecible que es el tráfico aquí, y moverte de un lado al otro. Hay que armarse de paciencia, ponerse películas en el móvil, coger un libro, meditar o escuchar música. Porque un trayecto de media hora al aeropuerto puede convertirse en 3 horas y muchas veces no sabes por qué.

Desde esta también llamada Metro Manila, en concreto desde la más grande de sus 16 ciudades, es el punto del mapa desde el que escribo ahora. Estoy en un rinconcito en la densa Ciudad Quezón, en una burbuja dentro de ella que se llama Eastwood City, o simplemente Eastwood. El distrito es un sitio pequeño, con forma circular, lleno de oficinas y gente las 24 horas, lleno de luces, de cafeterías, de actividades y de restaurantes de todo tipo en pocas calles, y en definitiva lleno de asfalto y edificios. También tiene un pequeño micro-oasis de árboles en el centro y un laguito artificial. 

El centro de Eastwood el 31 de diciembre, desde mi ventana.

Anteanoche, 31 de diciembre de la pasada década de los 10, estuve paseando por la bulliciosa plaza central en la que había conciertos, por la que no podía casi ni moverme, ya que Eastwood es famosa por su celebración de nochevieja, con actuaciones de artistas de Filipinas, fuegos artificiales y demás. A las 7 de la tarde las familias y sus amistades estaban llegando para cenar. Pues bien, mi mochila estaba en el carricoche de Mila, y mi móvil en el bolsillo del pantalón (como mucha gente hace por aquí, ya he adquirido la costumbre). Y nada pasa. No he vivido en lugar más seguro que mi actual barrio.

Y este ambiente de seguridad se suma a la gentileza de todo el mundo con quien nos cruzamos, que da mucho esperando reciprocidad, si se puede (esa es mi sensación). Mucha gente suele estar de paso, pero poca vive aquí todo el tiempo, y casi todo el mundo nos conocemos, lo que genera un ambiente amable para criar a una niña. Aunque he de ser sincera, el lugar se me hace pequeño muchas veces porque se camina cuatro calles y se sale a la avenida inhóspita que tenemos al lado, llamada C5. La C5 es una de las arterias principales para el tráfico de Metro Manila, no necesito explicar mucho más. Pero Eastwood es, sobre todo, para una pequeña familia sin coche, cómoda. Por poner un ejemplo, el centro comercial (o mall) del centro fue uno de los primeros de Manila que admitió mascotas…

Eso me lleva a pensar en lo que llamo la “vida de mall”, debida, sobre todo (en mi opinión) al calor. Y es que me encantan los espacios libres, pero lo más prudente es visitarlos a primera hora de la mañana. Más tarde la humedad y la temperatura no te dejan. Eso si no llueve. Un centro comercial suele ser apropiado, aunque no a todo el mundo nos guste en un principio. Así paseamos por las tardes: por pasadizos que conectan una parte del otro de los edificios, comprando un té frio con perlitas taiwanés (¡me encanta!) en una esquina de uno de esos pasillos, saboreando unos siomais (dumplings filipinos) en otra esquina y jugando en un parque infantil con aire acondicionado.

Siomais de cerdo y gambas.
Té con leche y perlas.










Y saludando y tratando de decir algunas palabras en tagalo, ya que, aunque aquí el nivel de inglés es bastante bueno, para mucha de la gente es de hecho su tercer idioma después de la lengua materna de la región y del tagalo. Algo que me ha sorprendido bastante es la cantidad de vocabulario que se conserva en este idioma del español, a pesar de ser tan distinto gramaticalmente. 

Mientras trato de hacer esos pinitos de los que hablo, miro hacia abajo saliendo a la calle desde una de las partes del mall y veo el paseo de la fama de Eastwood. Estrellas de famosas y famosos de Filipinas, que aparecen en series y películas en tagalo. 

Y miro hacia arriba y veo los más de 30 pisos de espejos, del edifico de oficinas desde el que antes de anoche mucha gente recibía el 2020, y pienso en teleoperadores/as y personas con la que comparto las comidas saliendo del cubículo del coworking en el que trabajo. Filipinas destaca en cuanto a recursos humanos ligados con las nuevas tecnologías, y eso que no estamos en otros de los países de la zona realmente punteros a nivel mundial. Mucha gente viene de fuera a trabajar en esas plataformas de oficinas. Y en las conversaciones que tengo a mediodía con gente muy joven aprendo términos o procesos que sólo en Asia se puede aprender.

... Mientras continúo el paseo por esta mi segunda realidad en el país, viviendo de forma tan distinta mis dos vidas de las islas, entre Zamboanga, en Mindanao y Manila, en Luzón… Tratando de aprender a no hacer planes cuando no se necesite y a hacerlos cuando sea preciso, y estrenando el año en la metrópoli, yo que provengo de sitio pequeño…