Mi vida en Filipinas se puede decir que está
dividida entre dos realidades: La de la gran Manila, en la isla de Luzón, norte
del país, y la de Zamboanga, en Mindanao, al sur. Dos horas de avión y siete mil islas de diferencia. Muchos viajes y poco tiempo para compartir, pero ahí
van estas letras, por fin, seis meses después de llegar. Comienzo por el sur,
para luego hablar del norte.
Mi realidad en Zamboanga
Desde que he llegado he viajado seis veces a esta
urbe de Mindanao. Durante uno de mis viajes he compartido coche con una
reconocida feminista de Manila que me ha regalado unos separadores de libros,
mientras llegábamos juntas al lugar de uno de los talleres del trabajo que
realizo ahora. Y me lo ha dado mientras comentaba: “Siempre me gusta este pamamahagi
cuando estoy con amistades y con gente a la que aprecio o con la que comparto.
Suelo preparar estos separadores de libros como pequeño regalo para fomentar la
reflexión y la lectura”.
Pamamahagi, en tagalo, significa distribución.
Y pienso yo: ¿Cuál es mi pamamahagi para ella y para otras personas que aprecio
o con las que he compartido algo? Espero que esto lo sea. Por eso voy a tratar
de ordenar la cantidad de impresiones y sensaciones que me generan mis primeros
viajes a través de siete sencillos titulares.
Mapa de Filipinas con la localización de Zamboanga resaltada al suroeste de la isla de Mindanao |
Primero. Zamboanga:
A través de las noticias es probable que lo
poco que se conozca fuera de Filipinas, o incluso para mucha gente dentro del
país, acerca de esta ciudad de la isla de Mindanao, sean sus problemas de
seguridad y la situación con la población musulmana.
No voy a contar toda la historia de la antigua
Región Autónoma en Mindanao Musulmán (ARMM en inglés), que a día de hoy ha
pasado a ser la Región Autónoma en Mindanao Musulmán del Bangsamoro (en inglés
BARMM), porque sería muy largo de explicar y no afecta sólo a Zambonaga sino a
toda la gran isla de Mindanao. Este post son mis impresiones y no una reseña
histórica. Tampoco resumiré por qué, tras el plebiscito de autonomía celebrado a inicios de este año, Zamboanga no deberá reorganizarse
para lograr la autonomía, porque ha decidido no ser parte de la BARMM (a
diferencia de muchas otras ciudades de la isla), porque eso sería más largo
todavía.
Lo que sí voy a contar es cómo vivo yo la
realidad a través de las conversaciones que he ido teniendo hasta
ahora con las personas con las que he compartido momentos de trabajo y
personales. Y la vivo como alguien que debe estudiar desde un hotel la historia
de una ciudad que le ha llevado a la violencia actual, ya que no puedo salir más
que para lo que deba por trabajo. Una violencia quizá provocada por la llegada
de gente colona cristiana a la ciudad durante el periodo en que Filipinas era
Estados Unidos, hace ya más de 70 años. O quizá por la ocupación española
anterior a esto, visible en su arquitectura colonial, y que, aunque duró mucho
más tiempo que la de Estados Unidos, no abordó el problema antes de que estallara. O quizá por los
intereses actuales que llevan a grupos armados musulmanes a hacerse más
fuertes, no sólo en esta zona de Asia, sino en distintas partes del mundo...
Pero lo que está claro es que esta ciudad acoge a día
de hoy a mucha gente desplazada de otras partes de la isla más afectadas por el
conflicto, que se necesita mucho trabajo con la población para que continúen
actitudes de paz y convivencia interreligiosa, que cada día que pasa siento que
la realidad es más compleja y que los detalles que voy conociendo me hacen comprender cada vez menos por qué no cesa la violencia.
Segundo. Matrimonios:
Zamboanga es la segunda ciudad que conozco en
la que los matrimonios interreligiosos cristianos-musulmanes son habituales, después
de Uagadugú, en Burkina Faso. Y me apena pensar que, aunque coincidentemente
ambas ciudades lo viven de una forma natural y en la mayoría de los casos ni la
mujer ni el hombre pierden sus raíces, en Burkina la situación está empeorando
por causas religiosas, mientras que, a este lado del mundo, en Mindanao, no
parece mejorar la cosa a pesar de los esfuerzos que se hacen desde la sociedad
civil. Es duro ver que un conflicto estalla, por ciertos intereses que puedan
haber, y cambia situaciones de verdadera convivencia que empieza desde lo más
básico, desde las familias.
Vintas navegando durante un festival de la ciudad |
Tercero. Vintas:
Pero entre tantos grises como puede parecer
que haya, resalta un colorido. Y es el colorido de las vintas, embarcaciones
con unas velas que se ven por todo Zamboanga, adornando el mar. Si bien el
cierto que alguien de Europa y recién llegada como yo no puede navegar libremente en ellas, es muy bello
verlas con sus mástiles siempre desplegados, ya que por suerte todavía se mantiene
la forma artesana de hacer las velas. Se dice, además, que sus rayas verticales
de colores representan la también colorida cultura de la comunidad musulmana,
de indígenas de la isla, así como de las otras herencias coloniales.
Cuarto. El este y el oeste:
Desde que comencé a viajar por el mundo he
escuchado mucho acerca de por qué la gente “del norte” es de una forma y la
gente “del sur” es de otra. Y si bien es cierto que existen muchas personas que
provienen de lugares como los que he nacido que creen que lo que piensan tiene
más sentido sólo por ser de donde son, o aplican cierto sentido paternalista a
lo que hacen, nunca he estado de acuerdo con fomentar estas diferencias a
través de un discurso.
Para mí el “norte” y el “sur” nunca han
existido como tal y el hecho de crear compartimentos estancos no nos ayuda. De
hecho, si observamos el globo terráqueo desde el espacio nos cuesta saber dónde
está el norte y dónde el sur, todo depende de cómo mires al planeta. Se
necesita darle nombre a los polos por la atracción que generan y para
orientarnos, pero de ahí a crear diferencias entre las personas “supuestamente
pobres” de un “sur” y “supuestamente ricas” de un “norte” hay mucho por decir.
Pero lo que es nuevo para mí es que hace poco he
escuchado ese discurso de norte-sur (que tanto tanto he oído en África,
América Latina y Europa) en alguien en Zamboanga, que lo ha usado del mismo modo, pero
refiriéndose el este y el oeste. Y yo he pensado: claro,
Australia está al sur de Filipinas y forma parte de ese llamado “norte”. Y,
además, al este están los Estados Unidos… Esa conversación me ha parecido muy
interesante porque me ha permitido conocer mejor el contexto en el que trabajo. No obstante, no puedo evitar seguir pensando que las personas tratamos
de fomentar diferencias, más allá de nuestras culturas, para justificar que
nuestro argumento tiene más peso que otros.
Quinto. Mis compañeras:
Campamento de paz para adolescentes de Zamboamga. |
Una de las personas con las que más trabajo,
mujer de éxito desde mi punto de vista y ya de cierta edad, estuvo en la cárcel
en el pasado por participar en manifestaciones y movimientos reivindicativos.
Otra de ellas estuvo secuestrada durante un tiempo considerable por un grupo
islámico. Ambas son cristianas católicas de Zamboanga, y su vida ha sido desde
siempre la lucha por la paz. Mujeres fuertes en un contexto hostil, que me
enseñan cada día que el trabajo duro es lo que consigue cambios. Han sacrificado
mucho, han acertado, han fallado, han caído y se han levantado muchas veces, y
siguen sin abandonar. Y, en fin, a día de hoy les “comen” tanto los papeles
como a mí, pero es su bagaje y el de otras personas como ellas lo que hace que la actividad que compartimos se siga renovando.
Sexto. Chabacano:
Recuerdo que la primera vez que leí sobre la lengua chabacana, estando todavía en Bogotá, lo comenté con una persona ya de cierta
edad que es de allí. Recuerdo que no me creyó y se fue a verificar en la
Wikipedia que este idioma existe.
Como curiosidad, tanto en Colombia como España
algo chabacano es algo de mal gusto. En la ciudad de Zamboanga es todo lo
contrario: es su lengua, su identidad. El criollo chabacano tiene el origen en
el castellano de la colonia y se ha ido mezclando con el tagalo y otras lenguas
locales, creando algo curioso para los oídos de las personas hispanas. Podría
parecer un castellano mal conjugado la primera vez que se escucha, pero después
se descubre la gramática propia que tiene detrás.
Y es más curioso aún que el vocabulario se
parece al castellano antiguo que se habla en algunas partes de América Latina. Alguien
me ha comentado una historia que podría ser realidad o ficción, pero que
escribo porque me ha resultado curiosa: Me ha dicho que se debe a que las carabelas
españolas hacían una parada en Centroamérica o México, donde subía gente del
lugar, quienes viajaban hasta aquí por comercio. Como digo, no trato de dar
reseñas históricas porque, aunque he buscado no he encontrado nada contrastado,
pero hay quienes dicen que fueron estas personas criollas quienes exportaron
la lengua a Mindanao. De hecho, el chabacano antiguo se entiende perfectamente para personas hispanas y el chabacano moderno es, como dicen por aquí, un
“broken spanish”, mucho más mezclado con otras lenguas, incluyendo incluso el
inglés.
Septimo. Marang y lanzones:
Para terminar esta serie de titulares sobre
Zamboanga hablaré un poco, porque no puede faltar, sobre la comida. Pero esta
vez no me voy a centrar en sus ricos cangrejos y resto de marisco, sino en la
fruta. Y es que pensaba yo que después de haber vivido cerca de la selva del
Amazonas no me quedaba ya mucho por saborear, pero estaba errada. Si alguien
viene de vacaciones al sur de Filipinas en la época de estas frutas (de junio a
septiembre, creo, debo confirmar) no puede dejar de comer marang y lanzones. El
marang en su exterior es algo entre un coco y una chirimoya… pero su interior
es casi más rico que ambas. Y los lanzones son amarillos y pequeños, se aprovecha
poco y no se puede por nada comer la pepita que está amarga, pero la parte
blanca es tan suave que sólo apetece tumbarse y degustar. ¡Nuevas frutas
conocidas, y las que tienen que venir!
Marang |
Lanzones |
Y hasta aquí la primera de mis dos papamahagi…
con un agradecimiento por estar aquí, a pesar del estrés que me ha costado
llegar con toda la familia. Porque el camino se construye justamente caminando,
y nuestro camino en este rincón del sudeste asiático tildado de algo latino
pero que es mucho más que eso no ha hecho más que comenzar…
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