Aquí conectada el tiempo pasa rápido. Un segundo día de
abril de un año impar…
Siempre he creído que los años impares se me dan mejor que
los pares, pero trataré de deshacer mi propio mito pensando que, si bien este
año trae novedades, estas se gestaron en un año par, que fue el pasado.
Y esta conexión que me trae el buen año impar no es otra
que aquella que la que me permite tener algo más en común con la familia y amistades
del lugar donde nací, o con esa gente que me quiere y anda repartida lejos
de Bogotá. Es la conexión de sentir formar parte de un todo, a
través de lo nuevo que viene.
Pero tengo un reto enorme: El de seguir siendo yo, el de no
perder lo que me apasiona o por lo que me he movido desde hace años. El reto es
conjugarlo descubriendo juntas cada paso, desde este mismo momento y sea lo que
sea lo que deba venir.
La fuerza de las energías luchadoras que me preceden y de las que vendrán, como ésta, es la que espero que me guíe. No como algo abstracto, sino bien real. El reto de no tener lugar fijo no será el centro, sino que lo serán las ansias de conocer y de allanar cada paso.
Porque no puedo evitar las enseñanzas de los lugares donde
he vivido, cuyas realidades necesito nunca olvidar para poder transmitir:
- Vaduz, Liechtenstein, donde jóvenes maltratadas
y maltratados me enseñaron el valor de seguir adelante en medio del abandono.
- Nairobi, Kenia, y sus slums en los que parece no pasar nada mientras turistas vienen y
van en sus todoterrenos, queriendo comerse el mundo con sus buenas o malas
intenciones.
- Madrid, y la cantidad de gente de no se sabe
dónde y de no sé cuántas creencias dispares con la que me pude llegar a cruzar
en un año.
- Ese pequeño pueblo bereber llamado Hassi Labiad,
en Marruecos, que en sólo tres semanas reimpulsó las iniciativas que ya
había tomado, y me hizo empezar a amar el Sáhara en su inmensidad.
- Nunca, nunca, pero nunca olvidaré La Paz de La
Paz. Una amiga me dijo una vez que hay ciudades para cada quien, y la mía fue
ese lugar y sus movilizaciones de 2005. Nunca nada volverá a sucederme como encontrarme en medio de ese
clima socio-político. Y nunca más he vuelto a vivir sola para conocerme como
allá. ¡Bravo mi querida ciudad de adopción!
- Huambo, en Angola. Windhoek, en Namibia. Kigoma,
en Tanzania. Y Ouagadougou, en Burkina Faso. O lo que yo llamo mi recorrido de
breves espacios de tiempo en el África llamada “negra”. Siempre llegué de un brinco,
sin pensar, y salí de la misma manera.
-
Quito y sus reflexiones, y las montañas de
conocimientos y amistad. La mitad del mundo en un momento de altibajos y
éxitos.
- El Sáhara Occidental, aquí en este blog escribí cuando
llevaban 39 años de lucha y ya van más de 41… y como siempre contando. Mi amor
ha quedado allí y nunca se ha ido, aunque no vea el momento de volver.
- Las ciudades de mi “ruta mediterránea” en las
que finalmente vivo, que me enseñan cada día la diversidad de esa diminuta, y a
veces dividida parte del mundo en la que he crecido.
- Nuakchot,
la Mauritanie, ¡ay la Mauritanie! Cuánto calor,
cuánta historia, qué rumbos toma la vida para llevarte hasta
allí para volver
conectar todas “esas áfricas”.
- Bogotá y la fuerza de los nuevos procesos, de
los cambios en el caos y mi pequeña y creciente familia en medio de ellos.
Gente y lugares que me enseñan a no perderme.
- El resto del mundo y lo que queda por conocer y
por vivir, sea en un lugar profundizando sobre él o sea siguiendo en
estas
vueltas… cada vez más acompañada.
Raquelicayni sigue creciendo.
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