Tren de Orán a Argel, principios de enero de 2014
No voy a despistarme ni a irme por las
ramas con cosas que no son las que quería contar. Escribo esto mirando por la
ventana. Son las diez de la mañana. A las ocho salí puntualmente de la Gare d’Oran1. Entre frutales
se encuentra Chlef, una wilaya que parece que no visitaré, no solo por
seguridad para mí sino porque me voy del país en pocas semanas. Sí, por ahora
(y digo por ahora) me vuelvo a marchar de otro lado. En este caso de Argelia.
Pero no he querido irme sin reencontrarme primero conmigo misma, con el pasado
y con este país lleno de gente amable y poco visitada, lleno de rincones que no
veré, al menos no este mes. Hay tantos lugares en el planeta que no visitamos y
que por tanto no echamos de menos – el corazón se encogería si lo hiciéramos –
que hablar de lo que no conoceré de Argelia se queda pequeño.
Vuelvo a irme por las ramas. Mi objetivo
era resumir lo que ha sido este reencuentro con un pasado en el que no había
nacido. Desde la latitud 36°09’55’’ y longitud 01°20’14’’, en algún lugar del
camino en tren, lo hago:
El jueves día dos de este mes me levanto
por fin a las seis de la mañana en Argel, lo consigo. Tengo la suerte de haber
pasado casi diez días sin madrugar y como soy tan dormilona lo aprovecho. “Suya
suya2”, como quien se toma un último día de vacaciones, me escurro por
debajo de las sábanas y salgo. Hace frío. ¡La calefacción se ha apagado por la
noche, no sé por qué, pero igualmente un mosquito hibernal ha vuelto a picarme,
leñe! No pongo la calefacción que me voy. Me dirijo a buscar la que fue la casa
de mi abuelo materno.
En el tren duermo bastante rato. No puedo
llegar de Argel a Orán en coche, por motivos de seguridad, pero en avión o en
tren puedo hacerlo, handulillah3. La primera clase no está nada mal, no
es incómoda. Cuando me despierto tengo hambre pero no me apetece ir al vagón
cafetería. Leo un rato hasta que llego.
La estación de tren de Orán es bonita, bien
conservada y no todo lo está en la ciudad. Seguramente porque sigue en
funcionamiento. Como la calle está llena de gente, a las doce del mediodía
decido no hacer cola para reservar el billete de vuelta sino caminar por la
calle que baja al hotel, mostrando seguridad en mis pasos, como si llevara toda
la vida en la ciudad, para que no se me note que no soy kabyle4, ya que todo el mundo
piensa que lo soy y me habla en árabe. Es una suerte porque si no hablo paso
totalmente desapercibida, perdida con mi maleta por Orán.
Al final tengo que preguntar por el hotel y
una amable señora me acompaña. La recepcionista es igualmente simpática y me da
el número de un taxi de confianza y el de una pequeña agencia de viajes para
hacer un tour el viernes, aprovechando que estaré un día más.
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Al volver en taxi me imagino a mi abuelo de
niño, en pantalones cortos, vestido como en la época, paseando un sábado
cualquiera de la mano de sus padres para ir a la antigua catedral, hoy en
desuso, y a la tienda que hay al frente, a hacerse una foto familiar.
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Sigo caminando como si yo fuera del lugar y recibo la llamada telefónica del guía turístico. Ha podido arreglarme la visita a la ciudad con poca antelación, en viernes festivo, y cumpliendo todas las medidas de seguridad. Salgo mañana a las nueve de la mañana.
Los monumentos que visito el viernes se mueven entre vestigios visigodos, turcos, españoles y franceses… me llevan a visitar mil antiguos fuertes, cárceles, iglesias y vírgenes, mezquitas, casas coloniales viejas y nuevas, el río, el mar, los pescadores y las señoras tocando canciones con panderetas y vestidos negros. El color que define al día es el verde del paraíso de la telita con la que la anciana señora envuelve la vela que me da al visitar un pequeño oratorio musulmán. Día perfecto, descanso perfecto.
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Hoy, al día siguiente de todo eso, siendo
sábado 4 de enero de 2014 en el calendario que rige los rumbos de la
mayoría de la humanidad, estoy sentada en el tren frente a una señora con su
hija pequeña. Escucho música “de viaje” en mis auriculares y escribo ya casi a
latitud 36°45’09’’N y longitud 03°02’31’’E. La niña tiene una rabieta. La señora
cede su asiento a otra porque es mejor para dar de mamar, frente a mí,
tranquila. Solidaridad femenina en todos lados. Qué más decir.
---------
1 En
francés, estación de tren de Orán.
2 En
árabe, despacio.
3 En
árabe, gracias a Dios.
4
Bereber, poblador/a del norte de Argelia y otras zonas del Magreb.
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