Y como buenamente "yo misma", de nuevo no he podido colgar una entrada aquí en largo tiempo.
Para
no fallar a mi compromiso con los blogs, al volver de España plasmé aquí
mis impresiones, pero quedaban unos deberes pendientes nada más y nada
menos que desde julio. Este es solo un sencillo ejemplo de cómo todo lo
personal, lo que se hace por gusto, solemos dejarlo para el último
momento, incluso después de los cotilleos por internet o el trabajo que
nos llevamos a casa y que a veces de nada sirve habérselo llevado porque eso no empuja tanto las cosas como querríamos.
En fin,
mis deberes pendientes ahora son contar un poco lo que fue un viaje a
la zona de frontera de Ecuador con Colombia que tenía también pendiente
conmigo misma. No solo por cumplir con lo que me propongo, que también,
sino porque lo considero necesario para enterarme de dónde vivo. Quito
es lindo, pero es Quito y no es los otros lugares del país.
Me
subí en el avion a mediados de julio. Hacía calorcito en Quito, que no
es poco. Me tocó ventanilla, ¡bien! Y además conseguí organizarlo todo y
no dejar este viaje para después de mis vacaciones a España,
¡estupendo! No contaré si andaba pensando en el trabajo o en la vida en
general, ni tampoco lo que tiene que ver con lo profesonal. Lo que diré
es que al subirme al aparato volador lo primero que hice fue agarrar una
revista gratuita del asiendo de delante, se llama "A bordo".
Y
bueno, aunque ahora trabaje en lo que trabaje, como mucha gente sabe,
no he empezado a plantearme mi papel como mujer en este mundo y este
momento que me tocado vivir a partir de este puesto laboral. ¡Ni mucho
menos! Lo que sí me está permitiendo este puesto es dar el salto de no
ser feminista a serlo, que no es poco. ¿Y por qué cuento esto ahora?
Pues porque abro la revista y veo un artículo que muestra cómo el papel
de la mujer ha ido creciendo en la llamada Responsabilidad Social Corporativa
de las empresas (claro, como siempre, lo social). Sigo leyendo y por
otro lado encuentro un reportaje sobre lo que en Ecuador se llaman las
utilidades* con una explicación acerca de que las empleadas domésticas
no las cobran porque no desempeñan actividades productivas.
Impresionante todo lo que se me pasa por la cabeza con estos dos
artículos. Pero más reflexiono cuando continúo leyendo la publicación y
leo una frase que dice "Las ideas locas son las que mueven el mundo".
Cualquiera pensaría que con lo que estoy diciendo las ideas que mueven
el mundo son las que consiguen cambiarlo ¿no? Pues no, se trata de un
anuncio con un jóven exitoso que tiene a su chica en casa. Todo igual.
No sé si es peor el machismo explícito o el sutil... Dejo en el aire la
reflexión porque no preciso decir nada más por ahora.
Tras
mi lectura por fin llego a Esmeraldas. Visito la ciudad y me quedo por
una vez fuera de los hoteles que tan poco me dejan ver la realidad (sí,
ya sé, se puede estar en un hotel y no ser ajeno/a a lo que pasa, pero
la vida no es eso). Solo una noche en la capital provincial. Hablo con
quienes allí viven y leo un texto densito de Gayle Rubin sobre la
economía política del sexo mientras observo desde el balcón la colina
verde. De repente me quedo durmiendo y al despertar al día siguiente
presiento que me sentiré con más fuerzas para volver a Quito diciendo
que creo que conozco algo de Esmeraldas.
Y parece que
estaba en lo cierto, porque al día siguiente salgo fuera de la ciudad.
En un lugar llamado Borbón en el que me siento como en mis estancias en
África por el carácter de la gente, hablo con una mujer que me da las
gracias por haber visitado su provincia, verde como la naturaleza, verde
como la esperanza, verde esmeralda. Después de más hablar y conocer,
sin entrar en detalles, prosigo el trayecto...
Me
llevan en Barca a los manglares y me doy cuenta de lo frágiles que somos
las personas y el ambiente que nos rodea...y lo pronto que podríamos
echarlo todo al tacho de la basura si no nos esforzamos. Continúo...
En
San Lorenzo estoy ya cerquita de Colombia. Me decían que es altamente
inseguro, me decían y me dicen. Pero yo
siento mucho más en el ambiente la falta de oportunidades. También la
lucha por los Derechos, por el refugio y por seguir siendo personas, se esté en el
lugar que se esté. Alguien femenina con lágrimas en los ojos me contaba
que no le dan trabajo. Claro, es colombiana. Sus iguales del otro lado
parece que no son tan iguales y el contexto en su ciudad es imposible
para volver. Parece ser que cocinar bien y trabajar hasta altas horas no
es suficiente para encontrar trabajo como cocinera. Para lo que no hay
requisitos es para trabajar en otros negocios innombrables. ¡Qué hacer!
Bueno...
solo quería transmitir unas cuantas cosas vividas y dejar gran parte a
la imaginación, como yo he tenido que hacer al ser de fuera y no poder
enfrentarme a la realidad más que con un plato de marisco y un baño en
la piscina. No me interpretéis mal, no iba precisamente a divertirme.
Necesito, y digo NECESITO seguir creyendo en que algo pueda cambiar.
Y por supuesto, estas situaciones no son únicas de aquí. Personas de mi país y de tantos otros lugares podrían hablar de violaciones a los Derechos Humanos... pero eso no debe dejar de hacernos pensar en lo que en las fronteras pasa. Porque pasa.
*Participación de los/as trabajadores/as en los beneficios de la empresa. En Ecuador, las empresas deben distribuir entre todos sus trabajadores/as por lo menos el quince por ciento (15%) de los beneficios líquidos
que obtengan al fin de su ejercicio anual.
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