La vida pasa casi sin darnos cuenta, al igual que los días que terminan sin haber publicado en este blog. Hace cuatro meses estaba en Filipinas, hace tres meses en España, ahora estoy en Egipto. El Cairo es el nuevo lugar que me acoge y nos acoge familiarmente.
Porque no es la primera vez que pongo los pies cerca del
desierto del Sahara (aquí he hablado mucho de él), ni en el norte de África,
pero sí es la primera vez que me acerco al llamado Oriente Próximo, aunque no
sé próximo a qué… desde luego a Filipinas no. Es increíble que desde los mapas hasta
los nombres que usamos, todo tenga un toque o bien eurocentrista o bien norteamericanocentrista
(esta última palabra me la acabo de inventar, pero mis posts no tratan de dar
lecciones de escritura correcta).
He encontrado un objetivo para la que espero sea una
estancia total de dos años mínimo o inshallah tres años en El Cairo. Pero no lo voy a contar aquí, me lo guardo para que se cumpla, quizá por superstición,
pero permitidme la libertad de hablar abiertamente de él por las redes.
Mientras tanto, a medida que sigue la vida y el bosque ya permite ver mejor el
camino después de año y medio de estricta pandemia en casa, cuento hoy un poco
acerca de Ain Sujna (playa del Mar Rojo) y Siwa (oasis en el Sahara del este
del país), reencontrándome con raquelicayni y lo que me inspiró cuando lo creé
hace justo 10 años. ¿Cuánto más tiempo seguirá?
Es un tanto difícil salir de casa y dejar todo listo para
que la gata nos espere por tres días y Mila esté preparada. Y entre tanta
trapisonda se nos escapa Luminitza hacia la terraza. Casi no nos vamos, pero lo
hicimos.
La salida de la capital un día hábil a mediodía es un tanto pesada pero cuando una por fin se encuentra en la carretera al mar, lo único que se viene a la cabeza es lo complicada que es la vida para las y los viajantes (de mente o de cuerpo) desde marzo de 2020. En mi caso, el esfuerzo de los últimos meses ha sido justamente poder ir camino a la costa, aunque sea por un periodo corto.
Dicen que la belleza del mar rojo está bajo el agua. Sus
orillas me parecen las arenas del desierto luchando contra las edificaciones, a
ver quién puede más, pero no deja de ser un tanto sorprendente el panorama. Sus
profundidades son un coral que pude ver en un barco submarino (mucho frio para
esnórquel), con bancos de peces, medusas fluorescentes y muy animado. Mientras
tanto, la vida de las gentes sobre tierra no deja de ser lo que todas las
personas buscamos: entretenimiento de chiquis en el parque, un momento de relax
adulto y que la vida diaria se pare.
Y eso pasó en el todavía fresquito de inicios del mes de abril: La vida se paró por un momento, justo al lado de los barcos que por fin ya navegaban hacia el canal de Suez tras unos días estancados.
En dirección contraria, a nueve horas (o más de diez, si vas en una furgoneta con
tres peques) de la capital de Egipto, ya cerca de Libia, se encuentra un oasis rodeado por 5 horas
de carretera con los lados de tierra, rocas, arena y alguna que otra casa de la que
una piensa que la persona que viva allí algo ermitaña debe ser.
Sí que es un verdadero oasis de cuento: un palmeral con lagunas en medio de
las dunas, un salar para darse un baño que casi podría ser pisando las aguas,
un castillo en ruinas pero aun así señorial, turistas de dentro y fuera de Egipto, cincuenta mil habitantes y mucho, pero mucho calor en mayo.
Lo más impresionante que he visitado allí es la llamada “Montaña
de los muertos”, que es un montículo natural todo excavado con túneles, lleno
de tumbas faraónicas y que sin ser una pirámide alberga pinturas con restos
arqueológicos bastante desconocidos, en medio de la nada.
Allí ha sido donde he conocido a Nut, la Diosa del cielo. Su
cabeza siempre mira al este y sus pies se encuentran en el oeste. Cuida de las
estrellas creando un halo protector sobre las personas. En el antiguo Egipto se
solía representar curvada, con su cuerpo como si fuera un puente que todo lo
albergara bajo ella. Pero en ese túnel que visité en la montaña, como su imagen
estaba pintada en una cavidad curva, parecía alargado.
Facebook me han censurado la foto de ella que he publicado en el Grupo del Gran Museo Egipcio, al parecer porque da la impresión de ser un
desnudo… espero que Blogspot no me censure también y raquelicayni pueda contar
con la protección de Nut, para que cuide mis letras.